El pasado mes de enero fue el más cálido desde que existen registros, según informes del Servicio de Cambio Climático (C3S) Copernicus, el componente de vigilancia del clima del programa espacial europeo. El 2023 fue el año más caluroso en medio de crisis climática y oficialmente el año más caluroso desde 1880, de acuerdo con datos de la NASA.
En 2023 el mundo entero se vio afectado por una ola abrasadora de calor y esto seguirá igual o peor, según los expertos, quienes explican que las elevadas temperaturas obedecen a la confluencia del cambio climático y la variabilidad climática coincidiendo ahora con el fenómeno de El Niño.
Como país que también padece la emergencia climática nos corresponde admitir la responsabilidad de haber contribuido a que esta situación haya llegado a estos niveles. Cada vez que un paraguayo dice “este calorazo, me mata…”, y cuando las actividades laborales se suspenden por la extrema temperatura debido al riesgo que supone para la salud, hay que tener presente que, en los últimos 30 años, en Paraguay, el promedio de deforestación fue de 336.000 hectáreas por año, perdimos el equivalente a 600.000 canchas de fútbol y de 27 millones de hectáreas de bosques en Paraguay solo nos quedan 12. América Latina y el Caribe es la región con mayor riqueza forestal, pero también la más amenazada, las causas: La agricultura, la tala de árboles y la ganadería, que representan el 70% de las amenazas, mientras que el cambio climático solo el 4%. Se pierden especies de árboles, de animales e insectos que habitaban en esos bosques, sin mencionar las consecuencias en el régimen de lluvias, impacta en la economía, en la vida de la población y en nuestro futuro.
Debemos reconocer, además, que, nuestras ciudades han ido creciendo a un ritmo tan acelerado como desordenado; se han convertido en bloques de asfalto y cemento, sin árboles que provean sombra, ni espacios verdes públicos para el descanso y la recreación de las familias. Las autoridades municipales acumulan años de incompetencia y falta de compromiso con el desarrollo sustentable de las ciudades. ¿Cómo se explica que los ciudadanos deban recorrer kilómetros en un auto, para llegar al parque Ñu Guasu para realizar caminatas? Porque nuestras ciudades y sus barrios no disponen de espacio verdes públicos para realizar actividades deportivas y recreativas. Mientras tanto, tenemos en la capital una bahía junto a un río y una costanera dedicada solo a los vehículos, pues quienes la construyeron no consideraron necesario dotarla de árboles que dieran sombra a los usuarios.
Por otro lado, en Asunción, el Partido Colorado usurpa desde hace más de medio siglo espacios públicos que deberían estar destinados a unas 12 plazas en diferentes barrios. La indolencia y la complicidad de las autoridades afecta la calidad de vida de la población.
Las olas de calor son nuestra nueva “normalidad”. Por eso, es hora de escuchar lo que señalan las estimaciones, por ejemplo, de la OMS, que dice que probablemente el cambio climático ocasionará alrededor de 250.000 muertes adicionales por año entre 2030 y 2050, considerando solo algunos de los riesgos para la salud asociados.
Desde el gobierno central y desde las municipalidades deberían plantear alternativas que permitan mitigar de alguna manera el extremo calor que nos afecta. Necesitamos respuestas concretas como arborización de los espacios públicos, habilitación de espacios públicos verdes y garantizar, sobre todo, la provisión eficiente de los servicios básicos como energía eléctrica y agua potable. El calor afecta la salud y, especialmente, al humor social, la castigada población merece una mejor calidad de vida.