EdicionHace tres años, con el inicio de la pandemia del Covid-19, el sistema de salud paraguayo colapsó, y esa terrible crisis causó dolor y muertes en todo el territorio. Y, si bien es cierto que ningún sistema de salud en el mundo podría haber estado mínimamente preparado para enfrentarla, el nuestro sin lugar a dudas contaba apenas con infraestructura, medicamentos e insumos para manejarla.
Muy pronto, a medida que fueron creciendo los contagios, comenzaron a colapsar los servicios. Las imágenes de las que fuimos testigos impotentes era espantosa. Enfermos internados en sillas comunes, en pasillos de hospitales atestados de pacientes que luchaban en cada hálito de vida.
Frente a la escasez de medicamentos, cientos de paraguayos debieron cruzar la frontera con la Argentina para conseguir los medicamentos que Salud Pública ya no disponía, y la población entera imploraba por respiradores.
Los médicos y las enfermeras poco podían hacer para administrar la crisis, pues los insumos no llegaron a ellos y también quedó evidenciada la escasez de personal e insumos. Los laboratorios se vieron sobrepasados en su capacidad de procesamiento de muestras y la situación llevó al límite al sistema.
Los profesionales médicos advirtieron que se debían implementar medidas extremas para evitar la situación de catástrofe a la que podíamos llegar.
Hubo medidas restrictivas, hubo un millonario préstamo y, lamentablemente, también hubo corrupción. En el momento en que la humanidad toda se vio absolutamente frágil e indefensa hubo políticos y funcionarios que intentaron aprovecharse de la crisis para su propio beneficio, lo que demostró que, para el Paraguay, la corrupción es una epidemia que debe ser combatida.
Hoy en día estamos comenzando a vivir una situación similar, con hospitales colapsados, pacientes internados en sillas comunes y personas que sufren largas esperas en el piso de los pasillos de los centros médicos.
La actual epidemia de chikungunya ya puede considerarse una emergencia nacional y ha adquirido proporciones preocupantes. A tanto llega, que la Organización Panamericana de la Salud emitió una alerta epidemiológica considerando el alto número de fallecimientos, dado que el organismo internacional considera que se está dando un comportamiento atípico de la arbovirosis. En nuestro país, las cifras superan las que se registraron durante la gran epidemia del año 2014.
El acceso a la salud es un derecho. El mismo es uno de los más importantes dado que implica el derecho a salud física y mental de la población; a la atención de la salud y a los servicios. El acceso a la salud es un requisito para tener calidad de vida.
Nuestro país, con cada epidemia, vuelve a enfrentar sus históricas carencias. Estas, sin embargo no se deben a que no se disponen de recursos, sino fundamentalmente a la falta de infraestructura, a la falta de inversión y planificación para contar con un sistema de salud que esté a disposición de la población.
Se debe reforzar el sistema en forma urgente, es ya inadmisible que un mosquito, que es el causante de la epidemia actual, tenga la capacidad de producir el colapso de los servicios. Urge por tanto mejorar la gestión con mayor transparencia, que los escasos recursos sean administrados con inteligencia y racionalidad. Así también, es inadmisible que el Estado abandone a sus ciudadanos a su suerte en cada grave crisis y no sea capaz de una gestión preventiva y un trabajo interinstitucional para enfrentar las epidemias. Debemos seguir creyendo que es posible la construcción de un sistema de salud universal, gratuito y eficiente.