05 jul. 2024

“Urgen reformas basadas en un nuevo pacto político, económico y social”

El reconocido académico reflexionó sobre la difícil coyuntura económica, los desafíos más acuciantes y lo que le espera al nuevo gobierno. Cree que, sin reformas, los grandes pilares se desmoronarán en el corto plazo.

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Análisis. Dionisio Borda cree que se vienen tiempos cruciales para las finanzas públicas.

  • Iván Lisboa y Rino Giret
  • economía@uhora.com.py

Estuvo en los momentos más difíciles para la economía en los últimos años y dice haber puesto el pecho a la bala. Fue ministro de Hacienda y jefe del Equipo Económico Nacional durante dos gobiernos, entre el 2003 y el 2005, bajo el mandato de Nicanor Duarte Frutos; y entre el 2008 y el 2012, durante la presidencia de Fernando Lugo. Hoy retirado de la vida pública, asegura no tener inclinación por ningún partido político, aunque reconoce que sigue leyendo los principales periódicos todos los días para estar informado. Dionisio Borda dialoga con ÚH y reflexiona sobre las principales virtudes y desafíos de la economía, en un marcado contexto de elecciones.

–¿Cuáles son los desafíos que tendrá el nuevo gobierno en materia económica?

–La verdad que son muchos y complejos. Es una situación similar a lo que tuvimos que enfrentar en el 2003, pero de una magnitud mucho mayor. Además, actualmente, cargamos el desprestigio internacional por negocios turbios e ilegales, y por las fuertes sanciones financieras a figuras relevantes del país, que complican la situación y con un panorama externo donde persiste la incertidumbre. Este es el telón de fondo para detallar los desafíos concretos para el nuevo gobierno.

Me das tiempo para citar brevemente. Arrastramos las consecuencias de tres años de recesión económica, que dejó varias secuelas que tardan en reponerse: aumento de la informalidad de los llamados microempresarios y de trabajadores por cuenta propia, pérdida de poder adquisitivo de los pobres con salarios muy por debajo del mínimo legal, pérdida de empleo, endeudamiento para enfrentar la pandemia y enfermedades virales, deserción escolar y búsquedas de empleo de los jóvenes.

El crecimiento económico se puede recuperar, si el clima y el mercado internacional permiten, pero ese resultado se concentra en pocos rubros y beneficia a pocas personas. El efecto goteo llega a pocos; la microeconomía arrastra varios años adversos, algunos reversibles y otros no. La economía no se puede desacoplar de la gente; la generación de la riqueza no puede socavar el bienestar social. El reto es doble: crecimiento y distribución.

Ahora, si analizamos los desafíos de las finanzas públicas y la política fiscal, estamos con la luz de alerta. El nivel de deuda llegó al límite peligroso (37%) y en franco aumento en los próximos años, más las deudas contingentes crecientes (deudas con proveedores, contratistas); déficit continuo, con posible convergencia al 1,5% para 2024; y la Caja Fiscal con déficit operativo alarmante, que necesita una urgente reforma paramétrica (años de aporte, tasas, edad de retiro, tasa de sustitución) y acabar la abierta heterogeneidad entre las cajas. También están esperando la reforma del servicio civil y la creación de la Superintendencia de Pensiones.

Es cierto, se tiene que mejorar la calidad del gasto y la eficiencia, pero esos eventuales ahorros son insuficientes para financiar una catarata de gastos en salud, educación y provisión de agua y saneamiento, que requieren aumentar sustancialmente la asignación. Requiere como mínimo duplicarla. Realmente da vergüenza que nuestro país tenga una presión tributaria alrededor del 10% del PIB. El FMI, que no es de izquierda, propone aumentar las tasas y lograr una mayor progresividad, o sea, los contribuyentes con mayores ingresos y capital deben aportar más, con tasas progresivas por tramos de ingreso, como ocurre en todos los países.

–Usted habla de niveles peligrosos de endeudamiento y continuos déficits. ¿Qué hacemos para bajar el ritmo de toma de deuda si también es una realidad la enorme brecha en infraestructura y en gastos sociales?

–En primer lugar, no se puede cortar este proceso de inversión en infraestructura; y en segundo, es importante doblar incluso los recursos destinados a los gastos sociales, sobre todo salud y educación. No podemos seguir teniendo el coeficiente más bajo de la región. Entonces, por un lado hay una fuerte presión de mayor gasto, y por otro lado, estamos llegando al límite de endeudamiento de acuerdo a los cálculos que hacen los organismos internacionales.

Si no podemos incrementar la deuda, no nos queda otra salida que replantear el sistema tributario. Así como sostiene el FMI, tienen que aumentarse las tasas y tiene que haber progresividad. No puede ser que la gente más rica y la gente que más se beneficie de los rubros concentrados de la producción sigan pagando este nivel de impuestos. Me preocupa que no se habla de esto, y por eso planteo que es necesario, como en el 2003, un nuevo pacto político, económico y social, de manera tal a fortalecer las finanzas públicas y mantener los niveles de inversión y gastos sociales. Se vio en Paraguay y en toda la región que es importante que el Estado esté más presente. Poner la plata en la gente es un derecho, pero al mismo tiempo es un capital humano que ayuda a mejorar la productividad.

–Los ingresos que provienen de Itaipú pueden ser de gran ayuda para el Tesoro, pero el dilema es si eso puede significar mayores costos para la energía de los hogares. ¿Cuál camino tomar?

–Es un dilema que también afecta al Brasil. La intención del Paraguay de mantener el costo operativo Brasil no necesita. Ellos necesitan energía barata. Entonces, la posición brasileña va a ser siempre empujar para tener energía más barata, pero en el caso nuestro, la pelea tiene que ser por la libertad para vender la energía al precio del mercado. Eso mejoraría nuestro ingreso. Mientras que no podamos usar plenamente la energía en Paraguay, porque necesitamos más infraestructura y mayor desarrollo industrial, vamos a seguir vendiendo en parte afuera, pero Paraguay tiene que pelear por vender a precio de mercado y no a ese precio irrisorio que se estaba haciendo durante 50 años, esa injusticia tenemos que revertir. Ese es el reto.

–¿Qué medidas específicas deberán ser aplicadas como política económica para enfrentar en forma positiva los desafíos que se vienen?

–En cierta medida fui adelantando las medidas para enfrentar esos desafíos. Quizás valga la pena priorizar esas reformas para el quinquenio. Primero, la reforma de la Caja Fiscal y la creación de la Superintendencia de Pensiones. La cooperación multilateral ha apoyado técnicamente para dichas reformas para disminuir los riesgos fiscales en Paraguay, conjuntamente con la reforma del servicio civil.

La segunda reforma es el ahorro fiscal con la mejora de la eficiencia del gasto y control de la corrupción en las compras públicas.

La tercera reforma urgente es dotar de mayor ingreso tributario, modificando el sistema impositivo con aumento de las tasas y dotándole con mayor progresividad. No podemos cargar con impuestos a los contribuyentes pobres y clase media baja por sus compras (IVA), por no ser justas, sino cobrar los impuestos directos por ingresos y utilidades de capital como ocurre en todo el mundo. El que gana más, paga más.

La cuarta reforma debería enfocarse en el área social, tanto por ser un derecho universal como también por constituir un factor que ayuda a aumentar la productividad de las empresas. Esas reformas serían de salud, educación y provisión de agua y saneamiento a las poblaciones vulnerables, además de una paulatina incorporación a la seguridad social. No podemos seguir teniendo solo 20% de la fuerza laboral con seguro social.

La quinta reforma, presionado a nivel internacional por salvaguardar de la crisis climática y cumplir los ODS, es que debemos paulatinamente diversificar la matriz productiva, respetando el medioambiente (bosques, cauces de agua y el abuso de agrotóxicos), enfocado en la agricultura familiar campesina como proveedora de la seguridad alimentaria y promover las inversiones en las agroindustrias, incluyendo la producción frutihortícola.

–Mucho se discutió en otros países el impuesto aplicado a la riqueza, hablando de una mayor progresividad. ¿Cree que esto podría formar parte de una eventual reforma tributaria?

–Es necesario empezar esa discusión; los países de la región tienen impuestos a los ingresos y también impuestos a la riqueza. No podemos nosotros seguir teniendo esta presión tributaria. El promedio en la región de América Latina es 25% y en el primer mundo está por encima del 32%. Es decir, mayor desarrollo significa mayor presión tributaria, y mayor presión tributaria significa mayores impuestos directos.

Cuando le contamos a la gente de afuera, no pueden creer lo que es nuestro sistema.

–¿Cómo observa y evalúa las señales y promesas de los principales candidatos presidenciales en materia económica?

–La ausencia del debate televisivo es un gran retroceso. La negación de Santi (Peña) de debatir con Efraín (Alegre) es una pena. Esos eventos ayudan a calibrar o evaluar las propuestas económicas. El miedo a confrontar y debatir con reglas preestablecidas no permite conocer a los candidatos. Las promesas electorales sirven hasta cierto punto. Me llaman mucho la atención las promesas grandilocuentes, engañosas y las reiteradas aclaraciones o negaciones de sus declaraciones de uno de los candidatos. Es más, es increíble llegar al punto de decir: “No te creas muy guapito con tus títulos, vos estás en la función pública por tu afiliación”. Me causó gracia porque yo fui dos veces ministro de Hacienda, sin afiliación y promoví la meritocracia. Noto promesas más razonables por parte del candidato de la Concertación. A cualquiera de los dos le espera una enorme tarea.

Pero pensando en la experiencia que pasé como ministro de Hacienda de un gobierno colorado, en un contexto similar, el esfuerzo técnico y profesional fue enorme para hacer las reformas en los dos primeros años. Avanzamos en cinco grandes reformas que sentaron base para la estabilidad económica actual. La clave del éxito fue tecno-político, como dicen los chilenos. El liderazgo de Nicanor (Duarte Frutos) facilitó el acuerdo político-económico, con negociaciones con los partidos políticos y gremios. Ahora, los próximos años requerirán necesariamente un pacto económico, social y político. Eso demanda liderazgo propio, experiencia política y capacidad de negociación. En ese sentido, creo que Efraín tiene una gran ventaja. No descubrió la política hace diez años. Fue tres periodos congresista, presidente de su partido, ministro y candidato a presidente por tercera vez. Esta ventaja pesa, pensando en las reformas a encarar. Sin embargo, Santi creo que carece de ese bagaje. Puedo equivocarme.

–Considera usted que Santiago Peña carece de bagaje, y sin embargo estamos en un momento donde organismos internacionales, analistas, nos dicen que necesitamos reformas urgentes. ¿Cree que esas reformas podrían darse en su gobierno?

–Lo que veo es que Santi carece de trayectoria política. Es técnico y se inició hace 10 años más o menos como candidato, patrocinado por un líder político, Horacio Cartes. Entonces esta limitación que él tiene le va a impedir muchísimo hacer esas reformas. ¿Por qué? Porque estamos innegablemente en un momento donde urgen reformas basadas en un nuevo pacto político, económico y social. Es lo que Nicanor por ejemplo tenía. La diferencia entre Santi y Efraín me parece que es esa. No podemos empezar a hacer reformas sin acuerdos amplios. Estamos viviendo una situación similar a la del 2003, pero mucho más difícil. Aunque las perspectivas económicas, y sobre todo de crecimiento, no están mal, se avecinan problemas en las finanzas públicas, la política fiscal y la estabilidad macroeconómica.

–¿Qué tan importante es que el nuevo gobierno proteja la estabilidad macroeconómica y la solidez fiscal?

–Es muy importante. La estabilidad macroeconómica y la solidez de las finanzas públicas son condiciones necesarias, no suficientes. Pero como están en riesgo, hay que hacer las reformas de las que hablamos. Esas reformas requieren muñeca política para hacerlo. Y mi preocupación es que de un sector no veo eso. No es que yo esté con un sector, porque no soy político y no tengo ningún interés, pero en un análisis mirando de afuera y objetivamente, eso es lo que se ve.

–¿En qué contexto deberá gobernar el futuro presidente?

Los pronósticos de organismos multilaterales son poco alentadores. Brasil tendría un crecimiento de 0,9% en 2023 y 1,5% en 2024; Argentina también un crecimiento muy anémico de 0,2% en 2023 y 2,0% en 2024. Nada bien para nuestros vecinos: con inflación elevada, deuda pública alta y con déficit fiscal preocupante. A nivel internacional, existe mucha incertidumbre por las consecuencias de la guerra de Ucrania.

Nuestro país debería lanzar una nueva política exterior más centrada en abrir nuevos mercados de exportación y captar inversiones extranjeras directas para mejor la productividad y competitividad. Para eso, necesitamos mejorar la imagen del país, combatir el narcotráfico, el crimen organizado, la corrupción y la impunidad, cambiar la Justicia y combatir las debilidades instituciones. Espero que las elecciones del 30 de abril puedan significar el cambio político que tanto nuestro país necesita.

Los próximos años requerirán necesariamente un pacto económico, social y político. Eso demanda liderazgo propio, experiencia política y capacidad de negociación.

Hoja de vida

Dionisio Borda es ingeniero agrónomo por la UNA. Tiene un masterado en Economía Agrícola por la Universidad de Wisconsin y un doctorado en Economía por la Universidad de Massachusetts-Amherst. Además de ministro de Hacienda, fundó el Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (Cadep), donde se sigue desempeñando como investigador.

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