Un colectivo perteneciente a la línea 27, de la empresa San Lorenzo CISA, que contaba con habilitación técnica para circular repentinamente perdió las ruedas traseras, causando un gran susto a los pasajeros al inicio de esta semana. Según se informó desde la Coordinación de Transporte del Área Metropolitana, el vehículo tuvo un desperfecto, y el mismo no debió haber salido de la parada. Después del suceso ocurrido con la unidad de transporte, se aplicó una multa por el accidente en sí, y por el estado en el que se encontraba mecánicamente el colectivo.
Un hecho que podría haber tenido desastrosas consecuencias, apenas recibirá una multa, y posteriormente todo seguirá igual, al menos hasta el próximo accidente.
Por otra parte, la ciudadanía tiene derecho a cuestionar a las autoridades si las inspecciones que habilitan a las unidades tienen alguna credibilidad. Pues, se debe considerar que el transporte público moviliza a miles de personas diariamente, personas que al parecer están expuestas a grandes peligros.
Soportar el estado de las unidades, pues las nefastas chatarras todavía no han pasado a la historia, es uno de los calvarios del usuario. En el día a día se debe soportar asientos rotos y sucios, e incluso las unidades que supuestamente ofrecen un servicio diferenciado muestran su decadencia, sin mencionar que con frecuencia se reciben quejas porque el aire acondicionado no funciona.
Otro aspecto del servicio de transporte público que aún está sin resolver, ya que tanto las autoridades del Viceministerio del Transporte, como los transportistas lo niegan, son las reguladas. Pobladores de barrios de Asunción, el área metropolitana y de Central son sometidos cotidianamente a la humillación de aguardar por horas un colectivo que nunca llega, y cuando llega deben realizar el viaje en condiciones insalubres.
En un breve recorrido se puede observar en las paradas la aglomeración de los usuarios en horas pico. Por las noches el panorama es todavía más desolador, pues es muy frecuente la queja de los usuarios de que en las noches la frecuencia de los buses es más espaciada y por eso deben aguardar horas para poder retornar a sus hogares tras una agotadora jornada laboral.
Durante estas largas esperas, los ciudadanos se ven obligados a exponerse además al ardiente sol o la lluvia inclemente, pues es la infraestructura para los usuarios que aguardan las unidades es tan precaria como insuficiente. Este es un trato inhumano, pues obliga a personas de la tercera edad, mujeres embarazadas y a niños a esperar el transporte de pie o cuando ya no soportan el cansancio, a sentarse en el cordón de la vereda. Pero no es lo único a lo que están expuestos los peatones, también se debe agregar que deben sobrellevar ataques de motochorros y otros delincuentes que con toda impunidad los acosan en las paradas del bus para robar mochilas y teléfonos celulares.
Nuestro país tiene todas las condiciones para contar con un eficiente servicio de transporte público, pero para ellos es necesario que las autoridades del Gobierno tengan empatía con el ciudadano y sean capaces de entender su cotidiano padecimiento.
Por otra parte, el Paraguay tiene recursos abundantes para dejar de ser tan dependiente de los combustibles de origen fósil y apostar por el uso de la energía hidroeléctrica que se produce en el país. Los ciudadanos tienen derecho a esperar a que el Estado provea un servicio de transporte público eficiente, que ya no contamine el ambiente con humos negros, que ya no regule las frecuencias a conveniencia de los empresarios del transporte y que en suma cubra las necesidades de la población.