La vacunación parece ser la única esperanza para salir de la pandemia. Sin embargo, para que cumpla con ese objetivo debe avanzarse en la cobertura y mientras no se logre un gran porcentaje de personas cubiertas con las dosis completas, deberán mantenerse las medidas de distanciamiento social y uso de mascarillas.
El programa de vacunación actual muestra dificultades y no solo en términos de la escasa cantidad de dosis, sino fundamentalmente en cuanto a organización y a la confianza ciudadana en las vacunas. La gran cantidad de información falsa se impregnó en la gente y está impidiendo que se avance más rápido. A ello ha colaborado la nula capacidad comunicacional del Gobierno desde el inicio de la crisis.
Llama la atención que a pesar de la gran cantidad de contagios y de tantas muertes y casos graves, las personas no estén sensibilizadas para vacunarse. El Ministerio debe hacer un mayor esfuerzo en la difusión de información veraz de manera que las personas más vulnerables se vacunen rápidamente. Las autoridades sanitarias deben generar el ambiente propicio para que las personas cumplan también con la segunda dosis, de manera a garantizar una protección mucho mayor.
El Ministerio debe implementar un plan comunicacional que también incentive el mantenimiento de las medidas de distanciamiento social y el uso de mascarillas hasta que la mayoría de la población esté inmunizada.

Debemos aprender de la experiencia de los países que van más adelante que Paraguay y fundamentar nuestras políticas en la evidencia empírica. El exceso de cautela nunca va a ser perjudicial teniendo en cuenta que hasta hace poco no se sabía nada de la enfermedad y los conocimientos que se están generando se actualizan casi semanalmente.
La cultura de la prevención no es precisamente la que nos caracteriza. La larga epidemia del dengue ya nos demostró qué tan difícil es conseguir que persistan hábitos de higiene básicos, como no acumular basura en los hogares. Ante esta evidencia, es necesario impulsar una fuerte campaña de concientización.
Los costos de la pandemia están siendo altísimos para el país. Al fallecimiento de los seres queridos, se agregan los efectos de mediano y largo plazo de quienes sufrieron la enfermedad de manera grave, el endeudamiento de los hogares para hacer frente a los gastos médicos, la reducción de ingresos por los días de incapacidad.
Es urgente que implementemos con eficacia el proceso de vacunación para reducir las consecuencias negativas –afectivas, económicas, mentales–. Para ello será imprescindible un mayor esfuerzo desde el Ministerio de Salud. Ojalá funcionarios y autoridades estén a la altura de las necesidades y hagan el trabajo para el cual se les remunera y garanticen la llegada de las dosis lo más rápidamente posible y que el proceso de vacunación se realice de manera que se logre la mayor eficacia posible.
El liderazgo de ser el país con más muertos por Covid es indigno para el gran esfuerzo que ha hecho la ciudadanía; es coherente sin embargo con la pésima capacidad de gestión del actual Gobierno.