Las cartas, que expondrá a partir de este viernes el Museo Van Gogh de Ámsterdam, están conservadas y aún están en buenas condiciones, pero son visiblemente frágiles, vulnerables a la luz, parte de la tinta ha desaparecido, y por eso su exposición al público es bastante extraña, lo que hace única esta muestra visitada este jueves por Efe.
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Son documentos escritos por Van Gogh (1853-1890), de su puño y letra, y muestran su lado más intimo: un maestro de la escritura y la pintura, con muchos altibajos en su búsqueda artística y en su relación con los demás, agotado de su lucha contra su enfermedad mental, y un solitario que echó en falta a diario el amor y la amistad.
“Ofrecen una idea del desarrollo artístico de Vincent, cómo a veces se estancaba a la hora de crear sus obras de arte, las ideas que había detrás (de cada cuadro), o cuáles fueron sus ambiciones”, explica a Efe Nienke Bakker, comisaria del museo.
Las misivas cuelgan por orden cronológico y están acompañadas de 21 lienzos y dos dibujos, como Los comedores de patatas (1885), El dormitorio en Arlés y El Sembrador, ambos de 1888, porque en esas cartas, Van Gogh incluyó impresionantes bocetos de sus pinturas.
Su hermano, su confidente
Tu Vincent, con amor (Je liefhebbende Vincent, en su idioma natal) muestra 40 de las 820 cartas que se conservan, aunque se cree que escribió muchas más, y de las que 650 estaban dirigidas a su hermano y confidente, Theo, marchante de arte, cuatro años más pequeño que el pintor, pero la persona con la que más vínculo tuvo.
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“Era su mejor amigo, su confidente y la persona que le apoyó emocional y financieramente durante diez años de carrera. Su fuerte vínculo es la base de las cartas, por eso el protagonista de esta exposición no solo es Van Gogh sino también Theo”, añade Bakker.
Aunque siempre hubiera preferido tenerle cerca: “Creo que escribir es una forma horrible de explicarnos las cosas. Y lleva mucho tiempo, y tú y yo tenemos mucho que hacer, pero debemos tener un poco de paciencia hasta que nos veamos”, le dijo Van Gogh, quien optó por deslumbrar al mundo con sus pinceles y no tanto con la pluma.
A los 27 años, y cuando Van Gogh empieza a frustrarse con su vida, Theo asume sus gastos de subsistencia; a cambio de una asignación mensual, Vincent le envía sus obras de arte, lo que intensifica su correspondencia para mantenerle informado de su progreso, esbozando las obras en las que trabaja, a veces con extraños garabatos.
Su primera y última carta
La extensa correspondencia empieza por la carta que escribió Vincent a su hermano, con 19 años, tras haber pasado juntos unos días en La Haya. “Te eché de menos los primeros días, fue extraño no encontrarte al llegar a casa por la tarde”, le confesó el pintor.
Intercambiaron múltiples bocetos de pescadores del pueblo de Scheveningen, familias en un comedor benéfico en La Haya, o de paisajes franceses.
El 16 de octubre de 1888, Vincent hace un boceto para describir en una misiva la pintura en la que estaba trabajando: “Tengo una nueva idea en mente. Es simplemente un dormitorio. La cama y las sillas de amarillo, la manta rojo escarlata”, le contó.
Ese cuadro era su habitación en Arles, un espacio que el maestro llegó a pintar tres veces de forma idéntica. Muchas de las cartas recogían detalles sobre los pinceles que necesitaba, los colores que había comprado o las técnicas que estaba probando.
Pero su última misiva es el documento más conmovedor: lo llevaba consigo el 29 de julio de 1890, el día en el que aparentemente se pegó un tiro, quitándose la vida y poniendo fin a su sufrimiento emocional.
Es la versión inconclusa de otra carta que sí llegó a enviar a su hermano. Tiene un tono triste y sombrío, pero no incluye nada que haga sospechar que estaba pensando en suicidarse.
Visitas a los burdeles, una carta inédita
Una de las grandes novedades que muestra esta exposición es una carta de 1888 que escribieron él y el pintor francés Paul Gauguin (1848-1903) al artista Emile Bernard (1868-1941), en la que ambos hablan de su sueño de crear una colonia de artistas en el sur de Francia y describen sus frecuentes visitas a los burdeles del pueblo.
La carta, adquirida el pasado junio por la Fundación Vincent van Gogh por unos 200.000 euros, fue escrita en un momento de optimismo del artista, antes de sufrir una crisis de ansiedad que le llevó a mutilarse una oreja.