El Nobel peruano ha reconocido que la historia en que se basa la novela, que verá la luz previsiblemente en octubre, le llegó a través de un amigo dominicano, por lo que la vinculación entre Vargas Llosa y el país caribeño se mantiene tan viva como en 1975, cuando el autor pisó suelo dominicano por primera vez.
“Mario salía de una evolución ideológica y personal, y también la República Dominicana pasaba una época muy particular”, ha destacado Álvarez sobre ese primer encuentro.
“Yo llegué para hacer un documental con la radio televisión francesa, y apenas llegué fue amor a primera vista. Me sentí en casa, inmediatamente forjé muy buena relación con mucha gente”, ha reconocido el autor, quien también dijo sentirse sorprendido por “la libertad con que los dominicanos” hablaban sobre la dictadura de Trujillo.
De la reconocida fascinación de Mario Vargas Llosa por el “más teatral y exhibicionista” de los dictadores latinoamericanos, surgieron algunas de sus obras más icónicas, como La fiesta del Chivo (2000) y Pantaleón y las visitadoras (1973).
“Tengo que decir que me ayudaron muchísimo los amigos dominicanos. Sin ellos no habría podido escribir esas novelas. Leí muchos libros dominicanos, sobre la historia de la dictadura”, ha declarado el autor peruano.
Vargas Llosa ha aprovechado la coyuntura temática para destacar que, en su opinión, las mujeres fueron las que más sufrieron en la dictadura de Trujillo: “Era una dictadura viril, y el macho demuestra su machismo humillando, vejando a la mujer. Los testimonios más terribles de los 31 años de dictadura de Trujillo fueron de mujeres”.
En cualquier caso, del país invitado a esta 78 edición de la Feria del Libro ha destacado “la alegría que uno siente al llegar": “Es alegre, hay música. En comparación, el resto de países latinoamericanos resultan tristes”, ha añadido el Nobel.
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En el contexto de esos paisajes y ritmos dominicanos, el autor encontró la manera de aportar “humor de brocha gorda” en sus obras literarias.
“Yo tenía la idea absurda y disparatada de que una novela seria no puede ser risueña. Creo que era el mal ejemplo de Sartre, que tuvo una enorme influencia en mí y es el hombre más serio de la Historia” –ha reconocido–. Un día quise contar la historia de Pantaleón y las visitadoras, y descubrí que esa historia tenía que ser contada con un humor grueso. Desde entonces creo que ha estado siempre presente”.
Uno de los momentos más divertidos de la charla ha ocurrido tras la lectura de La exorcista, un poema que Álvarez ha recitado y que, aunque se le atribuye a Vargas Llosa en 2001, él no ha reconocido como propio.
"¿Eso es mío?”, ha preguntado, levantando las risas del abarrotado pabellón, para después añadir: “Es demasiado bueno para mí".
“En todo novelista, en todo ensayista, hay un poeta frustrado. Los poetas llevan el lenguaje a un estado de sublimidad, de perfección, que la prosa nunca alcanzará. Los poetas miran a los narradores con cierto desdén, y tienen razón”, ha añadido.