–En la última asamblea de la CEP, ¿cómo percibieron la realidad nacional?
–Pregunta muy grande. Hemos hablado de la situación de los indígenas, particularmente de los desalojos y de la falta de atención a los grupos que se acercan a la ciudad. Hemos hablado de la educación, especialmente de los compromisos que asumimos a través de las escuelas y colegios parroquiales, de las muchas trabas para hacer un buen trabajo. Hemos hablado del abandono de la figura del agricultor de pequeñas fincas. Hemos hablado de la situación de los jóvenes, del consumo de drogas que se extiende hasta en los lugares más remotos. No somos muy buenos para abstraer y hacer categorías grandes, aunque a veces lo intentamos en las prédicas. Nuestra experiencia es el contacto con personas y grupos en situaciones concretas. “La realidad” es una pregunta muy grande…
–¿Cuándo darán a conocer la reflexión de los obispos?
–En la carta pastoral a publicarse el primer domingo de Adviento procuramos mirar de frente nuestra situación y animarnos todos a la esperanza.
–¿El comportamiento de las autoridades que dicen ser cristianos católicos comulga con el Evangelio?
–Esto es un tema real para muchos cristianos que limitan su pertenencia a la iglesia a actos rituales. La fe es también una práctica comunitaria, una participación en la misión de la iglesia y una experiencia espiritual que toca lo profundo de las personas. A todos el Evangelio nos exige y nos “juzga”, y no salimos tan bien en el examen. Pero creemos en la conversión y sobre todo en la misericordia. En este tiempo, creo que profundizar el misterio de la eucaristía “cuerpo de Cristo” nos debe comprometer con el cuerpo de la comunidad, de la sociedad y sobre todo con los más pobres.
–¿Qué trato dan las autoridades a las comunidades campesinas e indígenas?
–En varios encuentros se siente que para la estructura económica global, el campesinado y el mundo indígena son “estorbos” que un desarrollo “según las reglas” debe integrar, cuando se usa la palabra más suave, o eliminar, lo que más se observa. Son poblaciones “descartadas”, para usar la palabra del papa Francisco.
¿Quién hace este “descarte”? Personas y grupos económicos cuyo modelo no da su derecho a la naturaleza, autoridades del Estado que tampoco cuestionan este modelo, lo promueven, y nosotros todos participando de un ambiente de frenesí consumista e individualista.
–¿Cómo afecta la creciente desigualdad en cuanto al hambre en las periferias?
–No sé del hambre en todas las periferias… Hay mucha gente que tiene muy poco, que come poco y no muy bien, porque una dieta buena cuesta caro, mientras otros malgastan y tiran a la basura lo que les sobra. La parábola de Lucas sobre el mendigo Lázaro a la puerta del rico es todavía muy actual.
–¿Cuál es el estado actual de nuestra ‘‘casa común’’?
–En la asamblea hemos escuchado un testimonio conmovedor sobre el caso de Paso Yobái: Explotación minera “descentralizada” con muchas pequeñas y medianas “fábricas” o “molinos”, muchas piletas al aire abierto con productos altamente tóxicos, filtrando en la cuenca del río… Escuchamos también el sentimiento de impotencia de la población atrapada entre la necesidad económica, las presiones de un sistema que parece que no se puede cuestionar y la inacción de varias instancias del Estado.
No puedo hacer un retrato completo de la realidad ecológica del Paraguay, pero hace rato que somos un “mal alumno” en el mundo, sobre todo por la deforestación a gran escala que practicamos, y no tomamos en serio los mensajes de nuestros ecosistemas, no respetamos sus vulnerabilidades. Seguimos extrayendo y explotando. Lastimosamente, reaccionamos solamente cuando hay crisis y escándalos.
–¿Qué rol desempeña la juventud en la Iglesia en salida?
–Hay jóvenes “atrevidos” que salen y visitan y van a las fronteras de la cultura. Conozco en la Iglesia, jóvenes llenos de ánimo que hablan con todos sus pares y los evangelizan.
También hay que recordar que la juventud es un tiempo de identificación y con esta etapa viene también inseguridades y dudas. Los jóvenes necesitan modelos, gente que haga puentes, que facilite las experiencias de “salida” misionera. Esto hace mucha falta. Lo sentimos en la Pastoral de Juventud: Necesitamos adultos que asuman su condición y ayuden a los jóvenes a entrar en experiencias de descubrir a otras generaciones, otras culturas, otras realidades.
Veo en San Pedro jóvenes urbanos que no saben nada de la realidad campesina. Este tiempo tiende a aislarnos y no facilita los contactos reales entre grupos y personas. Escuché testimonios de jóvenes que cuentan cómo la Pastoral les ha sacado de sus burbujas y puesto en contacto con otra gente, con una comunidad, con la sociedad. Este proceso de apertura es muy importante para el crecimiento de las personas y para construir lazos sociales de confianza y respeto.
–¿Cómo evalúa el rol de las oenegés?
–Yo he tenido buenas y malas experiencias. Tengo amigas y amigos que trabajan duro y aportan mucho mediante su investigación, su animación social, sus competencias en educación, en leyes, en psicología, en administración, en trabajo social… y hacen un bien inmenso. Atienden sectores poco atendidos. Conozco gente que tiene una verdadera “mística” del compromiso social y valores muy profundos y firmes. Las/os admiro.
He conocido también proyectos de corto plazo y convenios no respetados, gente que nos ha “usado” como Iglesia. Tal vez tenía yo que aprender a no ser tan ingenuo. Pero globalmente, en este tiempo fragmentado, individualista, necesitamos organizaciones, necesitamos investigación, necesitamos acompañamiento de procesos a largo plazo en lo económico, en lo social, en lo político… De alguna forma, varias ONG cumplen con esta misión y tienen mucho que aportar a la sociedad.
–¿Cuál es su principal desafío al frente de la CEP?
–¡Voy a tener que aprender a responder a este tipo de preguntas sobre el país y el mundo! Como toda persona miro, escucho, siento, leo, reflexiono, pero no me vienen muy rápido ni muy claras las explicaciones.
Nos toca, como Conferencia y como Iglesias, diocesanos, responder al sínodo que acaba de concluirse en Roma. El vicepresidente, monseñor Miguel Ángel Cabello, obispo de Concepción, ha sido nuestro representante allí y el documento final ya circula. Fue un proceso de tres años, a muchos niveles, que intenta movernos en el sentido de una mayor participación de todas y todos en la Iglesia, no solamente en lo ritual, sino a las decisiones y sobre todo a la opción misionera. Estamos invitados a una transparencia más grande y una comunión más profunda reconociendo nuestras grandes diversidades. Tenemos desafíos en lo económico, en el ejercicio de la autoridad, en la inclusión de muchas personas y grupos, en la salida hacia los más vulnerables y excluidos de la sociedad… Después de un tiempo de consultas y muchas conversaciones generales sobre la “sinodalidad”, nos toca iniciar y reforzar procesos.
–Un mensaje para los laicos.
–Empezando en diciembre, en Caacupé, vamos a lanzar el año del Jubileo. El próximo 29 de diciembre, se inaugurará oficialmente en todas las catedrales diocesanas. Estaremos meditando durante todo el año 2025 como “Peregrinos de la esperanza” (es el lema oficial). Creo que va a ser un tiempo muy especial para centrarnos, discernir lo más importante. En la Iglesia, somos una mayoría que no participa en nada aunque se declara católica, luego hay otro grupo, que asiste a las celebraciones, luego un grupo pequeño que trabaja muchísimo y está cansado de estar en todo… La esperanza es un tema para ir a lo esencial. Toca todas las vidas. Conversar y decidir acciones a partir de nuestra esperanza nos va a ayudar a sentir una nueva energía, una nueva unidad y una alegría.