Por Fernando Núñez
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La inseguridad ya no tiene clase social. Los asaltos en las calles y en domicilios afectan tanto a pobres como ricos. Los peajeros roban desde G. 1.000 o directamente van a la casa para sustraer cualquier objeto de valor.
En tanto, la Policía Nacional, aparentemente, se encuentra rebasada ante la ola de asaltos domiciliarios y en la vía pública y no encuentra un sistema para prevenir o disminuir la delincuencia.
Y de esta problemática, el barrio Jara de Asunción, a unos 10 minutos del centro capitalino, no escapa. Los vecinos se quejaron de los constantes asaltos que sufren a diario y la poca presencia policial en las calles y pasillos que la componen.
Los pobladores manifestaron que viven atemorizados y en zozobra, ya que los peajeros y motobandis realizan sus atracos a toda hora del día. Trabajadores y estudiantes salen e ingresan al barrio por la avenida Artigas, en la que abordan los ómnibus, y para ello utilizan la calle Central, unas tres cuadras desde la Vía Férrea, zona donde los delincuentes están al acecho de sus posibles víctimas.
El presidente de la comisión vecinal, Jorge Álvarez, comentó que en varias ocasiones solicitaron a la Comisaría 9ª, por nota y juntando firmas de vecinos, la presencia de policías en las horas pico, a primera hora de la mañana o cuando empieza a oscurecer, hora en que la mayoría vuelve del trabajo o los estudiantes regresan del colegio, dijo.
Álvarez refirió que en los primeros tiempos venían los uniformados a la zona, pero eso duró poco tiempo, además que debido a los pasillos y la Vía Férrea, la Policía no puede realizar sus patrullas. Acotó que por las noches en el barrio es imposible caminar.
QUEJAS. Los vecinos comentaron que la problemática de la seguridad en el barrio Jara no es culpa exclusivamente de la Policía, sino también del poco interés de las autoridades del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) y la Municipalidad de Asunción, ya que estas entidades no realizan obras sobre las vías del antiguo ferrocarril, sobre las que se constituyeron varias viviendas que ocuparon el lugar, en vista de que nadie se hace cargo de ese espacio.
Explicaron que las casas ubicadas sobre la vía férrea se venden por G. 2 a 3 millones, y van cambiando de propietarios cada cinco a seis meses, y los vecinos muchas veces no llegan a conocer siquiera a los ocupantes de dichas casas.
“Es tierra de nadie, no sabemos quiénes son los ocupantes de estas viviendas en muchas oportunidades”, afirmó Álvarez.
OTRA PROBLEMÁTICA. En el lugar existen varios jóvenes adictos a algún tipo de droga o estupefacientes, que se reúnen en los pasillos, sostuvo una vecina del lugar que prefirió mantenerse en el anonimato por temor a represalias.
Estos jóvenes se suman a la problemática de la inseguridad, generadas por los motobandis y peajeros que se reúnen en los pasillos del barrio y mantienen en zozobra a los pobladores del lugar.
Además, solicitó mayor resguardo y control por parte de las autoridades en la zona.