No es novedad que en Paraguay si no tenés dinero para financiar los gastos de salud, te morís o se muere un familiar cercano. Lo triste es que estamos lejos de que esta situación se corrija, con personas que administran la cosa pública cada vez más deshumanizadas.
Y penosamente tanto los hospitales administrados por el Ministerio de Salud, como el administrado por la Universidad Nacional de Asunción como los del Instituto de Previsión Social (IPS) ofrecen el mismo panorama: Un pésimo servicio, donde parecen primar los números en las cuentas, más que las personas que van en busca de atención.
El Hospital de Clínicas, también conocido como el Hospital de los Pobres, está perdiendo esa conexión que tenía con la gente. No por su plantel médico, pero sí por culpa de quienes administran el presupuesto y no entienden que una simple gestión puede poner en riesgo una vida.
Hay personas que son tratadas por la enfermedad de Pompe en Clínicas, pero como nexo, porque los medicamentos son proveídos por una fundación y en el hospital solo se realizan las aplicaciones.
Algunos de los pacientes no reciben la medicación hace tres meses, a pesar de que deben recibir dosis quincenales. La carga que debía llegar al país desde Europa retornó desde Miami a su país de origen.
¿Y saben por qué? El Hospital de Clínicas tiene su patente de importador vencido, así como otros papeles vencidos, lo que provoca que la enzima necesaria para aplicar a los pacientes de Pompe no puede ingresar al país. Pero tampoco puede quedarse en Aduanas, porque si no se respeta la cadena de frío, se corre el riesgo de perder las dosis donadas. Por eso la carga volvió a su país de origen.
La carga devuelta por la ineficiencia y mala voluntad de unas cuantas personas es muy costosa. Ronda los dos millones de dólares. Lo más doloroso es que los pacientes no saben cuánto deben esperar a que Clínicas haga el papeleo y vuelva a darse la orden para que el medicamento retorne.
En un país donde el tratamiento de enfermedades raras no cuenta con el acompañamiento estatal necesario, sumar a administradores sin el mínimo sentido de humanidad es, como mínimo, repudiable.
Tanto quienes laboran en el área de salud como en el de educación necesitan entender lo importante que es tener empatía en la función que prestan. Un educador que carece de empatía difícilmente pueda trasmitir conocimiento a sus educandos, sobre todo cuando estos ejercerán la medicina o trabajos afines. Igual situación se da con los administradores: Si solo centran su labor en hacer coincidir números, perderán la perspectiva de su función.
Por ello, el Estado necesita dar un nuevo enfoque al sistema sanitario. Velar por el bienestar de la población es una obligación constitucional para los administradores de los bienes públicos.
Pero ofrecerles un trato donde las personas sientan que son valoradas y consideradas es un camino que necesita ser avanzado.
Si bien es entendible que muchos de los que ingresaron al servicio civil lo hicieron apadrinados y no tienen la preparación mínima para entender la labor que prestan, se debe empezar a capacitarlos para que comprendan el rol que cumplen en sus funciones, sean profesionales de blanco o administrativos.