El artífice de este nuevo descubrimiento es el biólogo Sergio Balaguera-Reina, profesor del programa de Biología Ambiental de la Universidad de Ibagué, que hace dos años se adentró en la selva para encontrarlo.
A mediados del siglo pasado, Medem, nacido en Letonia y radicado en Colombia, decidió recorrer los casi 1.000 kilómetros del Apaporis, que nace de la unión de los ríos Ajajú y Tunia, entre los departamentos de Guaviare y Caquetá, en el sur del país, para explorar sus aguas.
Al llegar a la laguna Inaná encontró unos caimanes con características peculiares, como cráneo alargado, en forma de V, como el de los cocodrilos, y no de U, como suelen ser los de su especie, conocidos en Colombia como “babillas”.
El herpetólogo los bautizó Caiman crocodilus apaporiensis y formuló la teoría de que solo existían en la cuenca del Apaporis debido a la cantidad de raudales que posee, uno de los cuales, el Jirijirimo, es de una belleza y tamaño similar al de una cataratas.
Los raudales, según Medem, eran una barrera natural que impedía que los animales se movieran hacia otros lugares y por eso solo habitaban allí.
Expedición al alma del río
Tras la muerte Medem en 1984 los caimanes del Apaporis quedaron en el olvido científico pues el río y su área circundante se convirtieron en fortín de la guerrilla de las FARC, pero más de 30 años después el biólogo Balaguera-Reina decidió ir tras las huellas del zoólogo letón.
“Mi pasión surgió desde que hice la tesis de pregrado con el caimán aguja o cocodrilo americano, como es conocido en el mundo, en el Parque Isla de Salamanca, en el Caribe, porque me parecen animales imponentes, fuertes y llamativos pero mal vistos por la gente porque les resultan extraños y hasta aterradores”, dijo a Efe Balaguera-Reina.
Su primera expedición al Apaporis fue en diciembre de 2018. Viajó en avión de Bogotá a Mitú, capital del departamento de Vaupés, cerca de la frontera con Brasil, donde alquiló una avioneta que lo llevó a la aldea La Victoria, en el Amazonas.
La pequeña pista de tierra, perdida entre las interminables tonalidades del verde de la selva, había sido utilizada por las FARC y estaba abandonada desde que en 2016 esa guerrilla firmó la paz con el Gobierno.
A La Victoria, Balaguera-Reina llegó sin un centavo porque el hombre que inicialmente lo iba a llevar lo robó. Sin embargo, en ese caserío habitado por unas 90 personas encontró ayuda para investigar el caimán durante ocho días hasta que el piloto de la avioneta regresó por él.
De la mano de Alfredo Vargas, cacique de la etnia Carapana, se sumergió en las aguas del Apaporis, del que dice es “muy interesante biológicamente hablando por los raudales que generan cambios drásticos en el paisaje” y lo hacen diferente.
En Colombia “estamos acostumbrados a ver ríos como el Magdalena, el más importante del país, que es un caudal constante, plano, desde que llega a su cuenca media hasta que desemboca en Barranquilla”, dice.
En cambio, el Apaporis tiene la particularidad de estar sobre una zona con una influencia geomorfológica enorme, como lo es el Escudo Guayanés, que hace posibles los florecimientos rocosos que, a su vez, crean espectaculares cascadas.
Esto hace que “los animales allí presentes estén aislados y sean poco conocidos” porque la zona del Apaporis se mantuvo inaccesible por el conflicto armado y porque cada viaje hasta allá cuesta aproximadamente ocho millones de pesos (unos 2.140 dólares), explicó.
Cara a cara con el caimán
Cuando finalmente estuvo frente al caimán del Apaporis, el biólogo vio que se trataba de un animal de tamaño mediano que, en el caso de los machos, llega a medir hasta 2,5 metros, mientras que las hembras alcanzan en promedio 1,80.
Su piel es amarillenta y tiene puntos naranja en el cuello, al parecer producto de sedimentos de la zona, ya que en el río también hay oro.
“Esos colores no los tienen otros caimanes. Además, su cabeza es puntuda y esa es una característica que se da en animales grandes, como los cocodrilos, y no en los medianos”, explica.
Al ser una especie endémica, como lo dijo Medem, “el caimán del Apaporis solo existe ahí y, por lo tanto, la humanidad debería protegerlo”, afirma Balaguera-Reina.
El biólogo regresó al lugar varias veces en 2019 y los resultados de sus estudios, que publicará próximamente, “demostraron que genéticamente el animal no es tan diferente de otros de su especie del sector, pero morfológicamente sí tiene rasgos distintivos que requieren más análisis”.
El éxtasis para el experto llegó en abril del año pasado, durante la temporada de eclosión, cuando de los huevos empezaron a salir nuevos caimanes, una “experiencia especial” que lo animó a seguir la investigación.
Para ello participó en el documental “En busca del caimán del Apaporis”, que estrena este viernes el canal Señal Colombia, la televisión pública.
Esa producción deja claro que, aunque la especie no está en riesgo, hace parte de la dieta de los indígenas Carapana, Cubeo, Barasano, Tatuyo, Cabiyari, Carijonas, Tucanos y Yacuna.
“Es fundamental hacer entender a los nativos que ellos están ligados a la biodiversidad porque la protección de lo que es endémico solo depende de quienes viven en ese territorio, y en este caso son únicamente ellos”, afirma.
Además, su conocimiento ancestral y el respeto que tienen por el río, cuya magia llevó primero a Federico Medem y luego a Sergio Balaguera-Reina a encontrar el caimán del Apaporis, es la garantía de que este animal seguirá tan vivo como el Amazonas colombiano.