El origen de una conducta violenta básicamente tiene lugar en la vivencia de un individuo en sus primeros años de vida, en la infancia y adolescencia. Sin embargo, la complejidad del tema gira en torno a que no todas las personas que sufrieron violencia en su niñez o adolescencia repetirán necesariamente las conductas al exterior, en algunos casos, esta va hacia ellos mismos.
Así lo explica la Lic. Gladys Ramírez, del grupo internacional Resilientes de abuso de sicópatas y narcisistas de Ana Gelis, en Colombia, con relación a los casos de violencia que se registran en las parejas sentimentales, en especial de parte de los varones.
En estos días el tema recobró vigencia, tras la publicación de un video de circuito cerrado en el que se observa a un hombre propinar una brutal golpiza a su pareja, con el agravante de que se encontraban niños de corta edad en el sitio. El hombre se encuentra detenido e imputado por violencia intrafamiliar.
“La persona que convive en una familia donde la violencia es lo cotidiano, normaliza estas conductas y en algún momento las reproduce”, apunta la especialista.
“Luna de miel”
Ramírez explica que el círculo de violencia en una pareja pasa por etapas; la primera de acumulación de tensión, que puede abarcar semanas o meses; la segunda, el estallido de la tensión en conductas de gran violencia física, verbal, emocional, sicológica, y la tercera, donde vuelve la calma y se le llama también “luna de miel”.
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“Pues el abusador vuelve a seducir a la víctima para que esta permanezca a su lado. Este ciclo se repite tantas veces como la víctima soporta”, afirma la sicóloga, agregando que estas “señales de alarma” en las relaciones deben ser tomadas con la debida seriedad y con el apoyo de profesionales especializados.
Peligro de vida
La especialista de violencia intrafamiliar indica que no se debería descartar la potencialidad que “las personas que presentan conductas de extrema violencia contra otras” pudieran en algún punto atentar contra la vida de su víctima, “ya sea adrede o por accidente”.
“Las personas que presentan conductas violentas deben recibir acompañamiento sicológico para reeducar sus emociones. El abusador debe reaprender conductas que le ayuden a canalizar la ira”, indicó.
Por otro lado, Ramírez señaló que es complejo explicar en forma resumida el mecanismo que hace funcionar una relación de víctima-victimario, y en el que incluso intervienen cuestiones químicas del cuerpo.
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Explica que en una relación, en la que dos personas podrían estar complementando sus patologías, por un lado, una se vuelve dependiente de su abusador, pero también “el abusador se vuelve dependiente de su víctima, pues probablemente esta cumple con ciertas pautas de conducta que le resultan convenientes para sostener su forma de actuar en el mundo”.
Prevención
Ramírez afirma que la mejor forma de prevenir que una persona caiga en relaciones violentas es ofreciéndole una infancia donde estas pautas de conducta no sucedan nunca; un ambiente en el que las herramientas de conducta, relacionamiento y solución de problemas o conflictos no tengan como hilo conductor las conductas violentas, sino el diálogo y las prácticas razonables.
“En una familia donde se dialoga, se responde a las emociones de forma inteligente y se cultivan actitudes que fortalezcan la autoestima, autovaloración y correcta colocación de límites, lo más probable es que crezcan niños sanos y que en el futuro elijan parejas que le respeten y valoren tanto como él o ella lo hace a sí misma”.