El titular del Poder Ejecutivo prefirió, por ejemplo, no aparecer con los feligreses en la principal actividad en el centro religioso del país el pasado 8 de diciembre, porque eligió estar en la capital francesa el mismo fin de semana con su séquito, en otro templo que se reinauguraba. Y no es que no haya ido a la basílica menor cordillerana, sino que apareció casi de sorpresa días antes de la fecha crucial, como para evitar a los innumerables peregrinos que tal vez algo le podían reclamar, aunque igual no se salvó del todo porque le recordaron que su pueblo llora sangre mientras la salud es desatendida. Además, la inseguridad es cada vez más alarmante, incluso con niños siendo raptados por las pandillas del país como supuestos reclutas.
¿Son tan necesarios tantos viajes del presidente, de los parlamentarios, en un país donde los recursos son escasos y los problemas muchísimos? ¿Es imprescindible que vayan tantos en la comitiva del mandatario, es imposible que no vayan? Son preguntas sin respuestas concretas, con evasivas, con la excusa de que hay que insertarse en el mundo en un contexto globalizado. Yo preferiría que el presidente visite más los hospitales, escuche más las necesidades del personal de blanco, de los docentes en las escuelas, de los pasajeros en los transportes chatarra con 40 grados de temperatura y otros más de sensación térmica, con pasajes diferenciales en autobuses donde no funcionan los acondicionadores de aire.
De estafa estamos hablando.
Le falta calle, Señor Mburuvicha. Es más fácil andar en aviones, en vehículos de lujo y con escolta todo el tiempo, así cualquiera dice que estamos mejor y que vivimos en un país de ensueño.
¿Cómo vamos a creer que se va a mejorar el combate al narcotráfico si paradójicamente se rompen colaboraciones con organismos que pueden ayudar? No todo son más policías, que, por cierto, a veces no están capacitados y golpean sin motivo a los que van a ver un partido de fútbol, simplemente porque ese día parece que estaban pirevai.
Y si la Justicia sigue en los brazos de Morfeo, ¿cómo pretendemos más? Ahí sigue esperando una persona elegida por más de cien mil individuos para estar en el Congreso, porque sus ñandeko colegas la sacaron por estorbar al poder de turno, por poner el dedo en la llaga en cada sesión. Los pseudoargumentos fueron cayendo, era un castillo de naipes y la brisa llega más temprano que tarde, pero la Justicia sigue haciendo oídos sordos. De pusilanimidad estamos hablando, no existe el coraje para poner las cosas en su lugar, aunque eso cueste juicios políticos sin razón. La institucionalidad se sigue despedazando, y cayendo en trocitos.
A todos también les gustaría ganar más como los legisladores. Ojalá pudiéramos aumentarnos el salario nosotros mismos. La justificación no tiene asidero, es un golpe duro para el pueblo. Para eso siqué hay, pero para medicamentos en los centros asistenciales, para mejor educación, para más seguridad, nákore. Por ahora quedan los créditos plásticos que llegan a cifras récords de utilización. Gastamos lo que no tenemos, con el consuelo de fin de año.
La política paraguaya da asco, pero siempre parece que puede caer más bajo. Espero equivocarme, porque verdaderamente no hay buenos augurios locales ni a nivel mundial. Jahecha pues el tren de cercanías, la energía más barata, transporte público real y de calidad. Ikatu.