En el país existen dos realidades: La que viven los ciudadanos y la que perciben nuestras autoridades.
El narcotráfico goza de buena salud en nuestro país desde hace décadas y, al igual que otros problemas que aquejan al Paraguay, cada Gobierno que llega responsabiliza al que se fue de la falta de resultados. Esta realidad no cambiará mientras el crimen organizado se siga resguardando en la política tras financiar alguna campaña electoral.
Cuando hablamos de crimen organizado, nos viene a la mente peligrosos grupos que trafican armas, drogas, se dedican al contrabando y hasta realizan trata de personas; pero esto va más allá. Estas bandas no podrían ganar terreno sin la connivencia de las autoridades y la permeabilidad de las instituciones encargadas de su combate.
El pasado 31 de enero, la influencer Cristina Vita Aranda fue la víctima colateral de lo que, según las autoridades, fue un crimen ordenado entre narcotraficantes, por una carga de cocaína no remunerada. Para algunos, estaba en el lugar equivocado. Pero, entonces, ¿cuál es el sitio en donde uno puede estar seguro en el Paraguay?
Todos los días en nuestro país existen víctimas de la inseguridad. Tal vez algunos piensen que las circunstancias de este caso no son comparables con otros y puede que tengan razón, pero dentro de la realidad en la que vive el pueblo, la delincuencia está presente en todos lados y causa tragedias a diario.
Me parece inaceptable que los ciudadanos tengamos que dejar de ir a fiestas, festivales o encuentros deportivos por miedo a ser víctima de la violencia. Después del atentado muchos no pudimos dormir y otros quedaron con una terrible angustia por lo que, en menor medida, también fuimos víctimas colaterales.
Resulta lamentable que muchos padres no puedan dormir tranquilos hasta que sus hijos regresen a casa, que no se pueda sacar el celular en la parada del bus por temor o que tengamos palpitaciones cada vez que vemos a una barrera policial. La desconfianza hacia la Policía Nacional es tremenda.
La seguridad de un país es directa responsabilidad del Gobierno. Un presidente de la República tiene la potestad y obligación de designar a quienes conducirán las instituciones encargadas de proteger a la ciudadanía y por ende, debe exigir resultados.
Como muchos de nosotros lo hacemos, Vita salió de su casa confiada en que regresaría para dar un abrazo a sus hijos. Su muerte, no solo causa dolor; también provoca indignación. Hoy fue ella y mañana puede ser cualquiera. Su muerte llevó a muchos a reflexionar sobre la vida, pero también hizo que el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, se esconda otra vez en su burbuja.
Estoy convencido de que este no es el país que queremos para nuestros hijos. Cuando pienso en que habrá niños que ya no podrán abrazar a su madre, que un trabajador fue despojado de su sueldo y que una persona se quedó sin el auto o ese bien que apenas empezaba a pagar, me invade la impotencia.
Mientras las autoridades hablan de números favorables contra la delincuencia, mientras sigan en su burbuja de la percepción de seguridad, habrán más Vitas. Siempre habrá un ciudadano implorando frente a un altar regresar a su casa sano.
La fragilidad de las instituciones no solo hace que la delincuencia prospere, sino también convierte al país en un atractivo paraíso para criminales, quienes en Paraguay encuentran resguardo e impunidad.
La realidad del país también nos obliga a que, como ciudadanos, reflexionemos sobre el futuro que le espera a quienes vendrán y a tomar acciones al respecto. A la hora de votar, todos deberíamos preguntarnos si las autoridades nos representan y si les importa nuestra seguridad.