Nunca pierde vigencia para momentos como estos un estudio hecho hace ya unos diez años por los científicos Nir Sapir y Robert Dudley, de la Universidad de California, sobre el intenso movimiento de los colibríes.
Los expertos —según publicaron la revista Journal of Experimental Biology y la BBC inglesa— descubrieron que los colibríes habitualmente vuelan para atrás cuando se retiran de una flor luego de alimentarse.
Determinaron que, en realidad, los conocidos como picaflores lo hacen por conveniencia. Es que el estudio señala que vuelan en reversa luego de alimentarse para consumir menos energía y seguir así su camino diario.
Conveniencia. Esa es la palabra clave para resumir lo que quizá fue la noticia del día el jueves pasado. La Asociación de Bancos del Paraguay (Asobán) y la Asociación de Bancos y Financieras (Abafi) presentaron al Banco Central del Paraguay (BCP) una propuesta para cobrar a los usuarios por las transferencias en moneda local que son realizadas a través del Sistema de Pagos del Paraguay (Sipap), una herramienta desarrollada justamente por la banca matriz.
El documento, filtrado con acertada razón, asegura que estas tarifas servirán “para apoyar el sostenimiento de las inversiones en tecnología y seguridad necesarias para desarrollar, implementar y mantener el sistema, tanto en las instituciones como en el BCP”.
En realidad, lo que buscan los bancos y financieras no viene a ser otra cosa que volver a tocar el bolsillo de sus clientes. La creatividad de estas instituciones es hasta admirable. Primero empezaron a cobrar por sacar dinero de sus cajas particulares, luego por los cheques, por los cajeros automáticos y ahora buscan implicar a las transferencias. Esto, sin contar con los famosos gastos administrativos, comisiones, etcétera.
Lo que no tuvieron en cuenta estas compañías son las implicancias que podría generar en la economía paraguaya, una economía que viene arrastrando el duro golpe de la pandemia y cuya recuperación plena recién se prevé para el 2023 o quizá para el 2024.
Esto podría convertirse no solamente en un golpe más para sectores como las mipymes, emprendedores o comercios en general, sino que además, en un país de alta informalidad, podría empujar a estos sectores a desbancarizarse y salir del sistema financiero.
Esto último, a su vez, implica riesgos muy altos en lo que se conoce como la trazabilidad del dinero. Al disminuir los flujos por el sistema financiero formal, la actividad interna podría verse fuertemente contaminada por el dinero proveniente de actividades ilícitas. Experiencias sobran.
Si habláramos de inflación, el panorama empeora. Es que lo que muy probablemente termine pasando es que los comercios finalmente carguen con los costos de las transferencias a los clientes. Esto supone una nueva imposición para quienes ya soportan el costo del producto, las ganancias del comercio y hasta los impuestos.
En el 2021, las principales entidades financieras declararon ante la SET en impuestos a la renta unos G. 300.000 millones (USD 43,5 millones al cambio actual), por sus ganancias en el 2020. Esto significa que solo en el primer año de la pandemia y considerando una tasa general del 10%, estas empresas tuvieron ganancias por al menos G. 3 billones (USD 435 millones), por lo que cuesta creer que estas compañías no tengan el resto financiero suficiente para hacer frente a las inversiones en el Sipap.
El Banco Central del Paraguay ya salió al paso de esta propuesta y afirmó este sábado que no corresponde el pedido, “por el momento”. Sin embargo, en estos tiempos de mucha incertidumbre en lo que respecta al corto y mediano plazo, se espera una posición más firme de la banca matriz. Una posición en favor de la gente.
No volemos para atrás.