28 dic. 2024

Votar por el verdugo

Brigitte Colmán – @lakolman

El otro día, mirando ese charco maloliente que alguna vez fue el azul lago de Ypacaraí, llegué a la triste conclusión de que los paraguayos estamos donde queremos estar.

Cada tanto se nos ocurre decir que cada pueblo tiene los gobernantes que merece. Pues ese es nuestro caso. Porque cada día, cada instante, con cada pequeño gesto y con el mínimo e inconsciente acto, refrendamos esa verdad.

Cada uno de los cerca de 8 millones de paraguayos y paraguayas que habitamos este territorio colaboramos a diario para contaminar de muy diversas maneras nuestro propio país, nuestras veredas, nuestras calles, nuestros barrios.

Tiramos la basura en cualquier lugar y no nos importa: en la acera del vecino, en el ómnibus, sacamos el brazo por la ventanilla del auto y tiramos la botella de plástico en plena ruta, y cuando no es basura sólida, contaminamos el universo con el espantoso reguetón.

Probablemente, seamos la especie más tóxica de toda la galaxia. A tanto llegamos, que un mosquito, el Aedes aegypti, es capaz de poner de rodillas al ya de por sí debilitado sistema de salud pública. Y todo, porque no somos capaces de limpiar nuestros patios y revisar de tanto en tanto los criaderos de mosquitos en nuestras propias casas. No se trata de enfermedades incurables que requieren costosas y complejas intervenciones. No hablamos del sida ni del cáncer. No, los paraguayos nos morimos de dengue. En pleno siglo XXI.

Fíjense nomás en otro detallito: Paraguay tiene (o tenía...) reservas importantísimas de agua. El Acuífero Guaraní –que cubre buena parte del suelo de la Región Oriental– y el del estero Patiño, en la zona de Asunción y área metropolitana. Estamos hablando de agua, de muchísima agua potable.

Bueno, pues eso era antes, porque ahora ya nos encargamos de ensuciarla toda. El agua se encuentra altamente contaminada, no solo con coliformes fecales, sino que ahora se le agrega la presencia de un producto aditivo oxigenante de las gasolinas, conocido como MTBE (metil-tert-butil-éter).

Dentro del Acuífero Patiño, las zonas de Lambaré, Villa Elisa y San Lorenzo, son las que presentan mayor concentración de nitrato (sales), excediendo los límites establecidos por la Organización Mundial de la Salud para la potabilidad del agua, según un estudio del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

La contaminación se debe no solo a la falta de infraestructura sanitaria, por lo que los líquidos residuales filtran hasta la reserva de agua dulce, sino también a la proliferación de estaciones de servicio.

Paraguay tenía abundante reserva de agua. La reserva sigue ahí, pero ahora está contaminada. Tenemos abundante energía limpia, producida por las hidroeléctricas, pero apenas podemos usar esa energía porque, según dice cada nuevo gobierno, hace décadas no se invierte en la ANDE, y por eso se nos va la luz a cada rato.

En vez de que aquí todo sea eléctrico, menos contaminante y más barato, seguimos enganchados con el combustible del petróleo (que nosotros no producimos y nos cuesta caro y ensucia toda el agua del acuífero).

Nos merecemos los paraguayos a estos gobernantes malvados y corruptos, que permiten que haya tanta pobreza y que nos quedemos sin agua potable; merecemos vivir entre la basura, el dengue y beber agua con coliforme fecal y residuos de combustible.

Nos merecemos esta miseria, porque nosotros votamos por ellos, para que esos políticos nos mantengan en la edad de piedra.