Resulta un poco macabro, pero es así. De los 53.385 precandidatos que se han registrado para competir por cargos de intendentes y concejales municipales en las elecciones internas de este domingo, unos 8.000 dieron positivo al Covid y 96 de ellos han muerto por la enfermedad, según el Ministerio de Salud.
Aunque a algunos se los ha podido borrar a tiempo de los boletines electrónicos en las máquinas de votación, muchos figuran igual, como si aún estuviesen vivos y es muy probable que hasta reciban votos.
La participación de los candidatos fallecidos es una de las llamativas particularidades de estas atípicas elecciones en pandemia, que se llevan a cabo ante un ambiente de mucho frío, no solamente climático, sino también político, con muy poco entusiasmo de participación ciudadana.
Todo parece indicar que la concurrencia a las urnas en esta postergada jornada electoral será probablemente la más floja en toda la historia de la transición democrática, no solamente por el miedo real a contagiarse con el coronavirus, en un momento en que el Paraguay tiene uno de los mayores índices mundiales de fallecimientos por Covid, por cada millón de habitantes, con pocas vacunas y sin lugares de terapia en los hospitales colapsados, sino porque no existe una verdadera motivación para acudir a cumplir el “deber cívico”, por más que el candidato Juancito Pereira exhiba su número de lista en las nalgas de bailarinas con poca ropa, o Eulalio Gámez Romero regale tazas con billetes de cien mil guaraníes, o el inefable Kelembu reparta indiscriminadamente petacas de caña con dinero en el mercado de Ciudad del Este.
Paradójicamente, este mes se cumplen 30 años desde que un 26 de junio de 1991 asumieron los intendentes y concejales municipales electos en los primeros comicios libres y democráticos en la historia de nuestro país.
Era el inicio del sueño y la utopía de instaurar gobiernos locales diferentes, participativos, transparentes, que nos permitan consolidar ciudades, pueblos y distritos amigables, con infraestructura adecuada y oportunidades de vida digna, pero salvo honrosas excepciones de algunos municipios, las elecciones solo ayudaron a empoderar roscas políticas y clanes de bandidos oportunistas y corruptos.
Hoy nos encontramos en uno de los momentos quizás más deteriorados de la democracia paraguaya, en que las ofertas electorales interesantes son muy escasas, aunque hay algunas propuestas que probablemente valen la pena.
El desencanto por la pésima gestión gubernamental ante la pandemia ha instaurado en las redes sociales la inédita etiqueta #ANRnuncaMás, pero la frustración también alcanza a los dirigentes del centenario partido Liberal, como a muchas otras fuerzas políticas más pequeñas y nuevas, que buscaron presentarse como alternativas al sistema, pero acabaron cayendo en los mismos vicios de corrupción, inutilidad y autoritarismo que decían combatir.
Los resultados de las elecciones de este domingo nos darán quizás algunas claves para encarar las opciones posibles de superar la crisis, pero el verdadero desafío es asumir la tarea del rescate democrático cada día, a cada hora, construyendo desde abajo lo que no existe.