Este domingo mi voto será por la vida. Por candidatos o candidatas que todavía se atreven a soñar y prometen trabajar por hacer realidad ciudades o territorios diseñados a escala humana, amigables para sus habitantes y visitantes, sostenibles en su desarrollo, inclusivos para quienes tienen diferencias de conducta o pensamiento o tienen impedimentos físicos para movilizarse.
Votaré por candidatos o candidatas que sepan imaginar y reconstruir ciudades o territorios que valoren y cuiden el medioambiente, celebren y promuevan la cultura, equilibren la libertad con la seguridad, abran vías para medios de transporte movidos con energía limpia, como para peatones y bicicletas. Y que habiliten espacios públicos con mucho verde y arte, con agua limpia y aire puro, con flores y música, con risas de niños jugando y sonrisas de ancianos sentados al sol.
Votaré por candidatos o candidatas que me convenzan de manera creíble que siempre rendirán cuentas de cada guaraní que gastan de nuestras contribuciones impositivas. Aquellos o aquellas que se dispongan a seguir caminando junto al pueblo, una vez que hayan ocupado sus cargos, escuchando las angustias y esperanzas, convocando a la participación ciudadana para trabajar juntos por conquistar una vida con más dignidad, sin ocultarse en oficinas climatizadas o autos lujosos con vidrios polarizados, protegidos por un ejército de guardias.
En cambio, no votaré por quienes roban y mienten. No votaré por quienes se aprovecharon de una crisis sanitaria global para desviar el dinero público, sobrefacturando compras inexistentes para supuestamente combatir la pandemia, favoreciendo a empresas fantasmas de amigos y familiares, para destinarlo a cuentas personales o financiar campañas partidarias, mientras más de 16.000 compatriotas morían por falta de buena infraestructura de salud pública y por mala gestión gubernamental. Tengo a amigos cercanos y familiares que murieron de Covid, esperando una cama de terapia intensiva. Les faltaría al respeto a su memoria si votara por quienes les robaron las posibilidades de no morir.
No votaré por quienes prometen que van a construir una ciudad de maravillas, una especie de paraíso terrenal, pero que cuando estuvieron al frente de las administraciones comunales muy poco hicieron, legándonos ciudades destruidas, con calles rotas, con basura en todas partes, con canales de agua servida, con tráfico colapsado, sin tener en cuenta a ciclistas y peatones, sin propiciar canales de participación, sin abrir espacios a una cultura diversa e inclusiva.
No votaré por quienes insisten en mantener a un amplio sector de la población en la pobreza y la ignorancia, porque es la manera en que se aprovechan para comprar sus votos y sus conciencias, a cambio de un par de billetes con la figura de San Roque, con promesas mágicas en un festival de cachaca, panchos y cervezas.
No votaré por quienes mantienen a este país encadenado en el atraso y la corrupción, cuando podría perfectamente ser el Yvy Marane’y, la tierra sin mal que soñaron nuestros ancestros guaraníes.
Sé que mi voto acaso será solo uno más en el montón, una gota en el mar (que no tenemos), una lágrima en la lluvia... pero si ese voto se juntara con el tuyo y con el de todos los demás soñadores y soñadoras del otro país posible, como diría aquella canción de Viglietti: “una gota con ser poco, con otra se hace aguacero”.