El genio neoyorquino de las pequeñas obsesiones, los diálogos brillantes y los gags surrealistas, tiene poco que demostrar a estas alturas tras una larga y alabada carrera cinematográfica coronada con obras maestras del drama y la comedia como “Manhattan” (1979) y “Hannah and Her Sisters” (1986).
Pero, además de por su talento como guionista y director, Allen es también admirado por su torrencial creatividad y por la constancia de su trayectoria, que le convierten casi en un “enfermo” del cine, capaz de mantenerse casi medio siglo en activo (su primera película “What’s Up, Tiger Lily?” es de 1966) y de entregar al menos un filme cada año desde 1982.
“Todo lo que creas en tu vida se va a evaporar (...). Así que mi conclusión es que la única forma posible de afrontarlo es con distracciones”, aseguraba Allen este año en una rueda de prensa en el Festival de Cine de Cannes, donde apuntó también que para él “hacer películas es una maravillosa distracción”.
Tras presentar en 2015 “Irrational Man”, una comedia inteligente y chispeante marca de la casa con Joaquin Phoenix y Emma Stone al frente, Allen ya tiene avanzada la producción de su nuevo filme para el próximo año, que todavía no tiene título pero que contará con el protagonismo de la actriz Kristen Stewart (“Twilight”).
Junto a ella aparecerán Blake Lively, Jesse Eisenberg, Steve Carell y Parker Posey, entre otros, para dar forma al reparto de una película cuyo argumento se mantiene en secreto, pero que sí se conoce ha sido rodada en Los Ángeles y en su ciudad fetiche y postal habitual de su cine, Nueva York.
Pero si algo ha llamado recientemente la atención del mundo del espectáculo en torno a la figura de Woody Allen es la preparación de un proyecto para Amazon con el que desembarcará en el mundo de la televisión en 2016.
“Es un error catastrófico”, dijo Allen en Cannes para referirse, con su característica ironía, a la dificultad de desarrollar una serie compuesta por seis capítulos de media hora que se podrá ver de manera exclusiva en el Prime Instant Video de Amazon en Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania
“Espero no decepcionar a Amazon, pero no soy bueno en ello, no veo muchas series, no sé lo que he hecho. Espero que no sea lo más embarazoso que he hecho en mi vida”, añadió sobre un proyecto envuelto en misterio, del que no se sabe ni el reparto ni tampoco el argumento.
Es habitual que Allen no se refiera a sí mismo con demasiada importancia, haciendo gala de un despreocupado sentido de la vida como si tratara de quitarse méritos, tal y como señaló al biógrafo estadounidense Eric Lax en el libro “Conversations with Woody Allen” (2009).
“Mi percepción objetiva -le dijo el cineasta a Lax- es que no he logrado nada artísticamente significativo”.
“Creo -prosiguió- que no he hecho una contribución real al cine, comparado con otros de mis contemporáneos como (Martin) Scorsese, (Francis Ford) Coppola o (Steven) Spielberg (...). Sólo soy un tipo ocurrente de Brooklyn y Broadway que ha tenido mucha suerte”.
Sin embargo, resulta innegable que su figura ya se ha convertido en un icono del cine, un lugar en el que se confunden creador y personaje y donde resulta difícil discernir si los tics excéntricos, las dudas existenciales o las obsesiones por el sexo, la religión o el amor son frutos de su imaginación o el reflejo de su personalidad.
Ganador de cuatro Óscar y con 45 largometrajes en su haber, a Allen le siguen llegando reconocimientos, como la reciente votación del sindicato de guionistas de Hollywood (WGA, por sus siglas en inglés), que proclamó a “Annie Hall” (1977) como el guión más divertido de la historia del cine por delante de “Some Like it Hot”, de Billy Wilder, y “Groundhog Day”, de Harold Ramis.
Pese a ello, parece que Allen no piensa en la jubilación y sigue empeñado en hacer cine, con breves pero puntuales interrupciones para tocar el clarinete y hacer giras junto a la New Orleans Jazz Band, mientras observa el paso del tiempo con su peculiar y divertida forma de entender la realidad.
“Cuando te haces mayor, la palabra ‘legado’ siempre surge”, dijo Allen en el libro de Lax. “Pero yo personalmente no tengo ningún interés en ello, porque creo firmemente que ponerle tu nombre a una calle cuando ya estás muerto no ayuda a tu metabolismo”.