EFE
El líder de la Revolución, Fidel Castro, que murió el 25 de noviembre a los 90 años, reposa desde el domingo en el cementerio de Santa Ifigenia de la ciudad de Santiago, y en el país caribeño mucha de la población que lloraba hasta ayer, se sacudió este lunes el luto y con pragmatismo retornó a sus quehaceres.
Para María Esther, trabajadora de la Oficina del Historiador de la Ciudad, este lunes fue “un día normal, feliz con nuestro sol y nuestro cielo”, igual que para un jubilado cubano llamado José Luis, quien dijo a Efe que encaraba la jornada como “un día normal como otro cualquiera sin ningún tipo de contratiempo”.
Sin embargo, los cubanos sí están habituados a capear contratiempos en su vida diaria: entre las repercusiones del bloqueo estadounidense y el reducido salario medio de la isla frente a los altos precios de alimentos y bienes básicos, la mayoría importados, la población debe “resolver” todo el tiempo.
“Mi día es el de una vida cotidiana, preocupándome por mi familia, muy preocupada por todo lo que pasamos con nuestro comandante, nos queda mucho sufrimiento”, señala Sonia, ama de casa.
Las banderas cubanas volvieron a izarse orgullosas, pero algunas conservaron el crespón negro, y la televisión que durante una semana encadenó la retransmisión de las honras fúnebres de Castro recobró su programación habitual y también los dibujos animados, para regocijo de los más pequeños.
La serie nacional de béisbol se reanudó asimismo.
El bullicio de las calles de La Habana, que por dos días se echó la semana pasada a las calles para despedir al comandante, volvió también con vigor: los habaneros hacían esta mañana cola para tomar la guagua o un “almendrón” (coche antiguo) que los llevara a destino.
Y es que la capital cubana, donde el turismo deja elevados ingresos que suponen la fuente principal de muchos de sus habitantes, no podía permitirse seguir muchos más días sin música, espectáculos y bajo ley seca, imposiciones del luto decretado por las autoridades tras la muerte de Fidel Castro.
Grupos de turistas, según comprobó Efe, recorrían de nuevo el pintoresco casco histórico, la “Habana Vieja”, donde se escuchaban las notas del son cubano interpretadas por bandas de música en los recovecos de la calle Obispo o la Plaza de Armas.
El día, despejado y caluroso, invitaba a refrescarse con un tradicional mojito o un daiquiri que, ahora sí, los bares y restaurantes pueden servir legalmente.
Locales célebres como La Bodeguita del Medio o el Floridita, de parada obligada para quienes siguen la pista etílica del escritor Ernest Hemingway en la ciudad, bullían de visitantes extranjeros desde temprano.
Pero tras esta normalidad, se sigue recordando a Fidel Castro, e incluso da la impresión de que la muerte devolvió al héroe de la Sierra Maestra a primera línea en las vidas de sus compatriotas.
Un día después de su entierro, en el cementerio de Santiago donde fue inhumado había largas colas de personas que querían depositar una flor ante su panteón.
En el populoso barrio de Centro Habana, Kevin Téllez y Yaimir Quesada, estudiantes de Secundaria Básica, aseguraban que la vida sin el fallecido exmandatario “va a ser un ‘tin’ más complicada” porque aquel “fue el que sacó a Cuba adelante”.
“Ahora hay que estudiar más que nunca y tener un título”, afirmaban solemnes estos jóvenes que en la escuela escribieron “unos versos para Fidel”.
Aunque Castro fue una figura omnipresente que gobernó a pie de calle casi 50 años, lo cierto es que en la década que llevaba apartado del poder por una enfermedad intestinal tuvo una presencia pública muy limitada.
Los cubanos lamentan una ausencia a la que en realidad ya estaban acostumbrados, porque solo le veían esporádicamente en fotos publicadas por la prensa estatal cuando recibía a personalidades que visitaban Cuba, y públicamente apareció en contadas y especiales ocasiones, como este año para el congreso del Partido Comunista o por su 90 cumpleaños.
Pero algunos no están dispuestos a pasar página, como Humberto Vázquez, otro jubilado al que Fidel Castro tomó en brazos siendo niño.
“Yo seguiré luchando porque hay que seguir adelante, con los mismos ideales y hasta la victoria siempre. Él murió pero el pueblo queda, doce millones de personas siendo Fidel, fue un hombre digno de honor y hay que respetarlo”, subraya, para después confesar de que lloró al expresidente “como si fuera un padre”.