27 nov. 2024

Yo necesito un avivamiento

Las cosas están sucediendo demasiado rápido como para digerirlas con tranquilidad.

Los allanamientos simultáneos realizados en el marco del operativo A ultranza arrojaron demasiada información nueva en muy poco tiempo.

La DEA, la Europol y la policía uruguaya, en colaboración con la Senad encontraron narcos por todos lados. Algunos de los nombres que saltaron eran antiguos sospechosos, otros desconocidos y unos pocos sorprendentes.

Aparte de sus actividades ocultas esta gente se dedicaba a los más distintos menesteres. Los había influencers, futbolistas, políticos, empresarios prósperos, dirigentes deportivos, pastores religiosos, funcionarios públicos y dueños de concesionarias, canchas de pádel y gimnasios. El perfil público de estos personajes tenía mucho en común: Gente exitosa, que triunfaba en lo que hacía, que se relacionaba con los demás con facilidad y que parecía pasarla en grande.

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Esto último era la natural consecuencia de tener una fuente de ingresos inconfesable, vinculada al tráfico de drogas o al lavado de dinero. A los enriquecidos distribuidores de la muy urbana cocaína les pasa lo mismo que a los millonarios productores de la fronteriza marihuana: No pueden evitar ostentar su estatus económico. Solo que los primeros lo hacen con más sofisticación y buen gusto que estos últimos. No se pueden comparar sus mansiones de atrevidos diseños arquitectónicos y decoradas con obras de arte con las amambayenses estancias kitsch que tienen una réplica de la Basílica de Caacupé en el patio.

La alta exposición social que los deslumbra nos muestra un universo fashion, divertido, lleno de fiestas en lugares hermosos y fantásticamente caros. El Paraguay es un país pobre en el que estos elegidos viven como jeques árabes. Compran autos lujosos, incompatibles con empedrados, yates de valor inverosímil y viajan de manera compulsiva. Lo notable es que este extravagante movimiento financiero no despierta el mínimo interés investigativo de ningún órgano del Estado.

Entre los nombres de los acusados no hay políticos. Pero ninguno de ellos, aunque se dedique a otro rubro, deja de estar relacionado, o ser socio, pariente o amigo cercano de un político, con preferencia del Partido Colorado. Eso tiene una lógica: si el narco lo que busca en la política es protección, es natural que la encuentre en el partido de gobierno y no en los de la oposición.

Asombra la cantidad de datos nuevos que se exponen ante nuestros ojos. Pero una cosa es saber que la narcopolítica está creciendo y otra comprobar que se haya infiltrado tanto. Hemos naturalizado la relación social con el traficante hasta el punto que dos ministros de este Gobierno han dado por terminadas sus carreras públicas por desconocer esos límites.

Un caso atrapante es el de José Insfrán, el pastor evangélico de Curuguaty que era también precandidato a gobernador por el Partido Colorado. Su iglesia, llamada Centro de Convenciones Avivamiento, era un éxito, pues allí se repartía dinero entre los fieles. Un diezmo al revés. ¿A quién no le gustaría una secta donde se reparte plata? Solo que, al parecer, la iglesia era parte de un inmenso esquema de lavado de dinero en el que también estaría involucrado el diputado y cooperativista Juan Carlos Ozorio. Por su parte, Adrián, el hijo tarambana del pastor, va de escándalo en escándalo, ostentando una vida lujosa, mientras lee la Biblia y pide el voto a la ANR.

Más de una vez, viendo a esta gente tan feliz, con una vida placentera y festiva, me he planteado todo lo que pierdo por no ser narco. Quizás debería concurrir a la iglesia del pastor Insfrán, la del Avivamiento. Allí dejaría de ser tonto, me avivarían.

Discúlpeme, por tomar con cierto humor lo que está pasando. Es un mecanismo de escape. Es solo para no llorar por mi Paraguay, convertido en un narcopaís.