En la apertura del Novenario de la Virgen de Caacupé, con el tema “Que los jóvenes aprendan que toda vida es para dar frutos”, el obispo Gabriel Escobar resaltó en su homilía los cambios que se tienen en el país, donde la ciudadanía se manifiesta para exigir el fin de la corrupción.
Sus expresiones coinciden con las últimas movilizaciones ciudadanas para exigir las intervenciones de municipios, cuyas administraciones tienen graves denuncias sobre mala utilización de los recursos.
“Nos alegramos cuando en nuestras ciudades vienen nuevos cambios para vencer la injusticia, la corrupción y la deforestación que atenta contra la casa de todos los paraguayos. Esperamos que estos nuevos signos lleguen a todos los niveles y poderes del Estado”, expresó.
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Al mismo tiempo, Escobar resaltó que se debe tener en cuenta la actitud de Jesús, que siempre demostró cercanía, diálogo y se puso al servicio de los demás. “Nunca aparece en él ningún signo de prepotencia, de soberbia; al contrario, se pone al servicio de todos”, agregó.
Muchas marionetas y pocas personas
Por otro lado, el obispo señaló que los jóvenes deben preguntarse en qué tipo de terrenos se encuentran. Es decir, si se dejan ayudar, abonar y trabajar para “producir el fruto que se necesita en lo personal, comunitario y a nivel país.
Al respecto, destacó que la mayoría de las personas no luchan por ser alguien en la vida, sino por tener algo.
“No se ocupan por llenar sus almas sino por ocupar puestos de importancia, no se preguntan qué tienen por dentro, sino qué van a ponerse por fuera. Es la razón por la que en todo el mundo hay tantas marionetas y tan pocas personas”, afirmó.
El religioso también mencionó que uno debe estar dispuesto a luchar contra los campos que no le permiten estar al servicio de los demás y que es necesario regar y quitar hierbas para superar los obstáculos.
“Hay que segar en el momento oportuno, y eso implica trabajo, dedicación, esfuerzo. No basta solo denunciar o reducirnos a una caza de brujas sino ver cómo puedo cambiar mi vida. No se trata de vivir como los pokarẽ, como manguruyuses que se alimentan de los pobres o de los quieren figurar sino de los que luchan”, manifestó.
Concluyó diciendo que la vida del cristiano siempre es lucha y que no se trata de lo qué hace sino del amor con que se obra. “Para estar siempre en la lucha, contamos con la oración. Jesús siempre la usó y ojalá que siempre la usemos para vencer los problemas cotidianos”, finalizó.