“Hemos enviado el proyecto a la ESA y a la agencia estadounidense como objetivo de una futura misión lunar”, avanzó el profesor de Gran Sasso, Jan Harms, al frente de 80 científicos de Bélgica, Países Bajos, Estados Unidos, Dinamarca, Reino Unido y Suiza.
La idea, publicada en la revista especializada Astrophysical Journal, es convertir la luna en un medidor de este tipo de ondas, generadas en el tejido espacio-tiempo del universo por sucesos que crean masivas cantidades de energía, como la explosión de una estrella.
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El fenómeno, vaticinado por Albert Einstein en su Teoría General de la Relatividad a principios del siglo XX, solo fue confirmado cien años después, en 2015, por los medidores terrestres.
La propuesta de los científicos es seguir la senda del físico Joseph Weber que en 1972 logró colocar en la luna un detector con la misión Apollo 17 para observar estas “arrugas” del cosmos, si bien un error técnico hizo imposible completar el experimento.
La nueva antena estaría ubicada en el polo sur del satélite natural terrestre y mediría sus vibraciones en caso de ser atravesado por una de estas ondas, lo que también serviría para estudiar la geología lunar.
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Los expertos creen además que, en caso de funcionar, podría “abrir nuevos escenarios para la astrofísica”.
Uno de los retos más duros sería precisamente construir un medidor útil, pues ahora se sabe que ni siquiera el de Weber habría tenido la sensibilidad suficiente para captar las ondas.
“Hay que desarrollar una nueva generación de sismógrafos lunares”, apunta el científico belga Joris van Heijningen, parte del equipo.