La investigación, liderada por la investigadora Kathleen Morrill, de la Escuela Médica de la Universidad de Massachusetts, de Estados Unidos, cruzó datos de estudios genéticos de más de 2.000 perros de diferentes razas con 18.000 encuestas a dueños de canes sobre su comportamiento.
“La mayoría de los rasgos del comportamiento se pueden heredar, pero este solo varía ligeramente entre razas. Las razas ofrecen poco valor predictivo en individuos, ya que solo explican un 9% de las variaciones”, explican los resultados de la investigación.
Como ejemplo, los autores citan la creencia popular de que los Labrador retriever suelen ser más sociables (una búsqueda rápida en Wikipedia arroja las palabras “afabilidad”, “gentileza” o “bondad”), como ejemplo de una relación que no se da en la vida real.
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Los Border collie, sin embargo, sí parecen ser más propensos que otros perros a reconocer y aceptar las órdenes humanas.
No es el único estudio sobre perros que se publicará el viernes en la revista Science.
Según una investigación liderada por la investigadora Rebecca Mancy, de la Universidad de Glasgow, la alta movilidad de algunos perros impide que desaparezca la enfermedad de la rabia, a pesar de su poca prevalencia entre comunidades.
La enfermedad, que se suele transmitir por mordeduras de perros que la padecen, provoca decenas de miles de muertes cada año, sobre todo entre niños de países de rentas bajas en África y Asia.
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A pesar de las campañas de vacunación y del sacrificio de las poblaciones afectadas, el virus se continúa transmitiendo.
Según los investigadores, la clave está en el comportamiento individual de los propios perros, que es poco predecible.
Algunos actúan como “superpropagadores” al viajar largas distancias e introducir el virus en comunidades que no habían estado expuestas.
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Otros perros infectados muerden más que los no infectados, por lo que propagan el virus ampliamente antes de morir.
El investigador Michael Antolin, de la Universidad de Colorado, advierte de que este descubrimiento puede ofrecer pistas de cómo el Covid-19 seguirá suponiendo un riesgo si finalmente pasa a convertirse en una enfermedad endémica, más allá de la generalización de las vacunaciones.
“A pesar de que la endemia es un resultado más deseable que la pandemia, no es el final de una enfermedad, sino un nuevo desafío”, explica Antolin en un texto relacionado publicado en el mismo número de la revista.