El obispo de Caacupé, Ricardo Valenzuela, comenzó su homilía de este domingo reflexionando sobre los dos primeros mandamientos: El amor a Dios por sobre todas las cosas y el amor al prójimo como a uno mismo.
“El Evangelio de hoy nos relata que, un día, uno de los escribas se acercó a Jesús preguntándole cuál era el primer mandamiento de la ley y Jesús le respondió: Amarás a Dios por sobre todas las cosas, y agregó un segundo muy parecido y que dice: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, expresó.
Añadió que de estos dos mandamientos pende toda la ley. Seguidamente, mencionó que en la vida hay cosas importantes, pero que no son urgentes; mientras que hay cosas que son urgentes, pero no importantes.
“El riesgo nuestro es sacrificar sistemáticamente las cosas importantes para ir corriendo detrás de las urgentes, que normalmente son muy secundarias en todo sentido. ¿Qué podríamos hacer para no olvidarnos de amar a Dios y al prójimo como a uno mismo?”, preguntó.
Puede leer: Obispo de Caacupé insta a no ser insensible a las necesidades de los demás
Para que los feligreses comprendan mejor, utilizó el testimonio de un profesor que fue llamado para hablar sobre la planificación eficaz para aprovechar más el tiempo.
Una copa cargada primero de piedras grandes, pequeñas, un poco de tierra y agua, fueron los elementos que este docente utilizó para enseñar que, si no se pone prioridad a lo fundamental, ya no se logrará atender nada más.
“¿Cuáles son las grandes piedras, las que son prioridades en tu vida? La salud, la familia, los amigos, defender una causa, realizar algo que te gusta”, siguió explicando.
En ese contexto, pidió a la ciudadanía poner primero en la agenda lo que realmente es importante, ya que, si se da prioridad “a miles de otras cosas pequeñas”, “se va llenar tu vida de tonterías” y nunca se tendrá tiempo para las cosas importantes.
“A estas grandes piedras, que son la salud, familia, amigos, debemos agregar otras dos y estas son: Amar a Dios y amar al prójimo. Estas son las piedras más grandes que no deben faltar en nuestra vida”, insistió.
Ya por último, dijo que la experiencia demuestra que la causa más universal de sufrimiento en el mundo no son las enfermedades, sino la falta de amor. “Aprender a amar a Dios y al prójimo es haber encontrado la fuente de la felicidad, debemos buscar de Dios”, finalizó.