Un agricultor indígena, de nombre Roberto Flores, contó que como cada año se preparó para ir a vender en el centro de la ciudad de Filadelfia, capital del Departamento de Boquerón, sandías de su producción, que ahora están en su época de cosecha. Sin embargo, se encontró con la sorpresa de que esta vez no podía.
Él pertenece a la comunidad Damasco, del pueblo Guaraní Ñandeva, en la zona de Laguna Negra, de Mariscal Estigarribia, en el Chaco, que también se suele dedicar a la pequeña producción de melones, batatas, sésamo y suelen realizar sus ventas en la ciudad vecina, por la mayor concurrencia de personas.
Flores llevó el jueves último a descargar unas 300 unidades de sandía —cuyos costos son entre G. 20.000 y G. 30.000, dependiendo del tamaño— en el costado de un camino conocido como el que viene de la comunidad Ybope’y Renda, frente a una nueva agroveterinaria.
“Justo alquilé un fletero para trasladar mi producto hasta Filadelfia, porque ahí siempre se va la gente de Laguna Negra hace años y años, cada vez que es la época de sandía para vender, pero ahora cambió la regla”, mencionó el agricultor a Última Hora.
Ni bien se terminó de descargar la sandía en el sitio se constituyeron en el lugar agentes de la Policía Municipal de Tránsito de Filadelfia exigiéndoles que abandonen el lugar porque, supuestamente, ahí estorbaban el paso de un semáforo. “Directamente, ellos se enojaron conmigo y me dijeron que vaya a vender otro lado”, dijo Flores.
Lo mismo le ocurrió a otro grupo indígena que también se instaló un día antes en el mismo sitio.
Remencio Flores, un hermano del productor indígena, traductor bíblico de los Guaraní Ñandeva, explicó que Roberto y otro hermano suyo, Ricardo, además de otros productores, fueron llevados a las afueras de la ciudad, camino a un monte, donde no llegan siquiera compradores.
“Mi flete costó G. 500.000, apenas completamos y para ahora a mí ya no me sobra nada, así mismo llegué otra vez a mi casa. Ahora volví y no pude sacar nada. Con eso me quedé triste. Yo llevé pensando en que todo iba salir bien, porque cada año es así”, lamentó el productor indígena, por su parte.
Los hermanos Roberto y Remencio Flores expresaron que están preocupados por esta situación que por primera vez les ocurre y afecta a las comunidades indígenas. Responsabilizaron de la situación al intendente de Filadelfia, Holger Bergen.
“El intendente es menonita, y los ‘menó’ siempre dicen que los indígenas chaqueños ‘iñaragán hikuai’ (son haraganes) y ‘nomba’aposéi’ (no quieren trabajar). Y ellos mismos no te dan la mano, no quieren ayudar. La gente demasiado quiere trabajar, y por falta de maquinaria y eso hasta se pierde tiempo”, agregó Roberto Flores.
Se quejó de que las autoridades locales le hayan donado un tractor usado viejo. “Ellos dijeron que era un tractor nuevo, pero ni para trabajar anda. Acá hay muchos indígenas profesionales tractoristas y nos dimos cuenta de eso, porque cada rato tenía problema”, siguió.
El agricultor indígena lamentó que sean perjudicados de esta forma y que no se respete el trabajo de los indígenas en el Chaco. “Ojalá que nuestro presidente (Mario Abdo Benítez) se acuerde un poco de nosotros. (...) Demasiado mucho pierdo con esto, me preocupa, ahora no tengo nada y así otra vez vine (a casa)”, añadió con indignación.